martes, 28 de julio de 2009

El extraño caso de Berlusconi y las treinta tumbas fenicias



Agatha Christie desenterraba cadáveres en el jardín. Alfred Hitchcock los escondía en un motel. Silvio Berlusconi, simplemente, duerme sobre ellos. O para ser más exactos, sobre treinta “supuestas” tumbas fenicias.

Naturalmente, puede que estemos ante una fanfarronería más de El Cavalieri. Pero no ante una cualquiera. La comunidad científica ya se frota las manos. Aunque de momento, las únicas catas arqueológicas conducen hasta el dormitorio presidencial. Allí no se discuten temas de Estado, ni hay un teléfono rojo que conecte con La Casa Blanca. Ni siquiera queda tiempo para comprobar la presencia de micrófonos secretos. Allí se hace lo que se tiene que hacer y se fanfarronea mucho, como en los mejores bares de alterne.

Es la queja recurrente de muchos hombres influyentes: el servicio ya no es lo que era. A las prostitutas de lujo como Patrizia d’Addario les da por jugar al “watergate” y grabar las conversaciones de sus clientes, previo pago del semanario L’Expresso. El material resulta perfecto para ilustrar las páginas de la prensa seria, que siempre agradece un buen escándalo sexual. Ésta vez sin embargo, la noticia puede acabar en la prestigiosa Historia National Geographic o convertida en una tesis doctoral. Y eso, hablando del señor Berlusconi, ya es todo un logro.

Me pregunto cómo eran exactamente los fenicios, además de consumados navegantes. Es posible que cuando desembarcaran en el Mediterráneo sólo les preocupara colar sus mercancías –maderas de cedro y suntuoso tejidos de púrpura—al mejor precio. Estaban muy lejos de imaginar que más de 2000 años después un “sufeta”, como llamaban a los altos funcionarios, bailaría desnudo sobre sus tumbas.

No importa lo duro que trabajes, los barcos que construyas o que provengas de una civilización “enrollada”, capaz de poner en contacto a Oriente y Occidente. Al final de los siglos, nadie recordará que inventaste el alfabeto consonántico ni que soñaste con alcanzar la vida eterna, perfectamente embalsamado y rodeado de tu mejor ajuar. Te habrás convertido en una anécdota de alcoba más con la que despertar el interés de una matrona de lujo.

Al fin y al cabo, muchos hombres poseen un yate atracado en Córcega, una top model como esposa y hasta un equipo de Fórmula 1, pero ¿quién tiene treinta tumbas fenicias en el jardín de atrás?