lunes, 12 de enero de 2009

Memoria celular
















Dicen que sólo es un músculo, una bomba que golpea con fiereza, una perfecta maquinaria (lo siento por los más románticos) desprovista de "corazón". Pero, ¿qué ocurre cuando alguien sufre un transplante? ¿Comienza a aficionarse a las alcachofas después de toda una vida consagrada a la comida rápida? ¿Nota cómo sus palpitaciones aumentan al escuchar la Rapsodia Húngara, cuando nunca antes había oído hablar de Liszt? O más terrorífico todavía: vive atemorizado por una cara que no pertenece a sus recuerdos... Este es, más o menos, el dilema al que se enfrenta Alexander McCall Smith en Friends, Lovers, Chocolate. Una novela con la que he vuelto a pisar el corazón de Edimburgo.